El estrés se ha convertido en un común denominador hoy en día. Esta respuesta generalizada en la sociedad produce un conflicto para la identificación de síntomas y establecer el límite entre la patología y la respuesta “normal”. Pero ¿qué sería una respuesta “normal” frente al estrés? ¿Cómo puedo establecer el límite para entender si necesito orientación?
Para responder las preguntas comenzaremos con lo básico, el estrés nace con la única intención de identificar la demanda en el ambiente y responder a ella. Esta demanda se puede interpretar como un reto o una exigencia, por ejemplo presentar un examen, hacer una exposición o resolver un conflicto interpersonal. Sin embargo esta demanda la tenemos que dividir de dos maneras (1):
· Si es irrelevante, no nos afecta, por lo tanto no implica un compromiso emocional, personal, ni social. Puede percibirse como activador (activar diversos mecanismos de la respuesta de alerta) pero no desde una forma negativa.
· Si es relevante, la situación significa un compromiso, una alteración de lo cotidiano, un conflicto entre mis intereses, deseos personales o vínculos sociales. Aquí el estrés es percibido de forma negativa y nos obliga a concentrarnos y poner atención en el problema, por ejemplo pensamos en él todo el tiempo, nos produce pesadillas, nos convierte en distraídos y perdemos la capacidad de disfrutar, aprender o interactuar. En este punto surge el afrontamiento.

Lazarus y Folkman definieron el afrontamiento como los esfuerzos tanto de pensamiento como de conducta que cambian de acuerdo al desarrollo de los conflictos o demandas. Estas demandas pueden ser externas como un accidente, el pago de una cuenta de servicio o internas como no sentirme con la capacidad para completar una tarea, o el sentirme defectuoso o abandonado después de una ruptura amorosa (2). En este lugar tenemos que diferenciar si mi afrontamiento o esfuerzos cognitivos están siendo efectivos o no. Para esto necesitamos diferenciar las estrategias de afrontamiento en dos grandes grupos (3):
· Centradas en el problema, este grupo de estrategia tienen como función la resolución directa del problema, mediante una modificación del ambiente y sus recursos de apoyo. A través de estos estilos tendemos a pensar las cosas con cabeza fría y utilizar todos los recursos ambientales para su desarrollo.
· Centradas en las emociones, este grupo de estrategia tienen como función la amortiguación o el uso efectivo de los pensamientos, sentimientos y emociones para resolver el problema, tal vez usemos la evitación cognitiva para no llorar y poder resolver el problema o podemos pensar cosas positivas de la situación conflictiva para aprender.
Ambos grupos no son buenos ni malos, su efectividad radica en el momento aplicado, el impacto obtenido para reducir el conflicto o la percepción del estrés. La eficacia de ambas estrategias depende de su habilidad para manejar y reducir el malestar inmediato, los efectos a largo plazo y promoción del bienestar psicológico. Es necesario motivar al equilibrio entre los dos estilos de afrontamiento, ya que nos permitirá ser más adaptables a diferentes situaciones.
Las estrategias centradas en el problema son más efectivas para controlar las circunstancias que se generan por el problema, pero refuerzan la tendencia a inhibir o evitar las emociones y su expresión. Las estrategias centradas en la emoción son efectivas para poder expresar sentimientos, lograr la identificación con otras personas o aprender del conflicto, sin embargo por sí solas se disminuye la efectividad en la resolución del conflicto en sí mismo (3).
Muchas veces al ambiente no lo podemos modificar, por lo tanto es importante resaltar que las estrategias de afrontamiento son eficaces únicamente si contribuyen a nuestro bienestar mental, físico y emocional. El primer paso para contribuir a la eficacia de mi afrontamiento y promover mayor bienestar es ser consciente de mis formas y estilos de afrontamiento.

Para ser conscientes de nuestro proceso de afrontamiento necesitamos comprender que ante la percepción del estrés realizamos dos evaluaciones automáticas (1):
· Evaluación primaria. Es la valoración que hacemos de la situación como tal, si es riesgosa o implica compromiso a nuestro bienestar o supervivencia.
· Evaluación secundaria. Aquí identificamos los recursos que poseemos, tanto personales como interpersonales, económicos e institucionales, para hacerle frente a la demanda del medio.
Una vez hecho el proceso consciente, estos dos momentos de evaluación pueden ayudarme a decidir si promuevo mi autonomía y resiliencia (“lo estoy haciendo bien” o “puedo hacerlo”); o que tal vez necesite acompañamiento u orientación. Si me encuentro en la segunda opción no es malo pedir ayuda, no es debilidad y no significa que soy incapaz.

En la práctica clínica, este marco teórico se puede utilizar eficazmente en la intervención y evaluación del estrés psicológico y las respuestas de afrontamiento de un individuo (4). Esta información obtenida en la consulta psicológica contribuye a la autogestión del estrés.
Referencias:
(1) Casado Cañero, F. (SF) Modelo de afrontamiento de Lazarus como heurístico de las intervenciones psicoterapéuticas. Servicio Andaluz de Salud. http://copao.cop.es/files/contenidos/VOL20_3_5.pdf 4
(2) Castaño, E. & León del Barco, B. (2010) Estrategias de afrontamiento del estrés y estilos de conducta interpersonal. International Journal of Psychology and Psychological Therapy. (10) 2, pp. 245-257. 2
(3) Di-colloredo, C. Aparicio Cruz, D. & Moreno, J. (2007) Descripción de los estilos de afrontamiento en hombres y mujeres ante la situación de desplazamiento. Psychologia, Avances de la disciplina.(1) 2 pp. 125-156. 1
(4) Matthieu, M. & Ivanoff, A. (2006) Using Stress, Appraisal, and Coping Theories in Clinical Practice: Assessments of Coping Strategies After Disasters Monica M. Matthieu. Oxford University Pres.3
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